domingo, 15 de diciembre de 2024

 Geo-desgracia, mala suerte y democracia.

Recuerdo  hace milenios, en la reunión vecinal que se montaba a la salida de misa, escuchar a una persona adulta: « y a mí me que me importa que se estén muriendo miles de personas en el otro extremo del mundo ahora mismo». Aquello me impactó tanto porque acabábamos de escuchar lo buenos que debíamos ser, que lo sigo recordando más de 40 años después. Esto ya no ocurre y no porque nos importe sino porque nos enteramos de todo a través del aire o las redes sociales, que son casi lo mismo. Hace tiempo que la geo-desgracia  es algo cotidiano, lo de que nos importe o no ya es otra cosa. 

Ayer  murió un emigrante turco que llegó a España con 14 años y creó un imperio de moda sin parangón. Se cayó por un precipicio en una excursión familiar que haría cualquiera. La esposa del último genocida tiene leucemia y aunque reciba el mejor de los tratamientos, siente dolor y miedo por un cáncer. Sigo, que también los hay que se la buscan solos: el dirigente surcoreano que intentó imponer la ley marcial acabará en prisión y otro, que organizó un complot para asesinar a su rival y vencedor de las elecciones en Brasil, va camino del mismo sitio. Muchas tenemos la esperanza de que otras ruindades conocidas se enfrenten a la horma de su zapato y de alguna forma la mala suerte haga su trabajo.

Sin embargo el país más avanzado del mundo ha elegido al líder del egoísmo y la megalomanía como presidente y aunque «con su pan se lo coman», lo cierto es que sufrirán las consecuencias de su ceguera al calentamiento global. Esto nos afectará a todos porque el mundo ya es una sucesión de fichas de dominó que empujan algunos. Todo está conectado, siempre lo estuvo solo que ahora la geo-desgracia está más cerca. Cada paisano que no recicla, que acumula sin tino, que no optimiza el consumo de energía fomenta el caos pensando solo a corto plazo. 

La mala suerte se está democratizando y el supra egoísmo la da alas.

sábado, 30 de noviembre de 2024

 

Patricia

Mi abuela Gloria creía en la fuerza de la bondad a poquitos y me crié con esa referencia, creyendo firmemente en que el poco a poco funciona; pero esta historia no va de mí, ni siquiera de la abuela Gloria y su bondad a borbotones. Esta historia va de Patricia y su abuela  Amada, que además de su nombre le dejó su impronta. 

Patricia es una persona amada quizás porque irradia un no se qué de coherencia y bondad que fascina. Por eso cuando decidió poner en marcha una colecta entre sus amistades para auxiliar a Marwan, que huye de la guerra en el Líbano con su mujer y sus dos hijos pequeños, recibió casi todo lo que ella es capaz de dar. 

Patricia está conmovida, no esperaba esta respuesta superlativa.

Marwan fue la mano amiga que encontró Patricia durante la pandemia en el Líbano, una amistad entre mascarillas  que se quedó con ellos para siempre.

Hay muchos Marwan, el mundo necesita Patricias.

domingo, 10 de noviembre de 2024

 

Observatorio de la codicia

(Hoy no me invento a gente porque estos codiciosos existen)

Desde mi humilde atalaya contemplo el mundo, no porque sea un cóndor sino porque tengo un telescopio de miras amplias y mucho miedo.

Por empezar por algo, hoy inauguro  la galería de codiciosos insignes.

El primero es alguien que nos sorprendió a todos, un hombre que por designio biológico y mandato de un dictador llegó muy alto. Rodado en el  privilegio  sisó  todo lo que pudo desde su magnífico asiento de gran negociador y  salió corriendo cuando el secreto dejó de serlo. Ahora, desde un paisaje de dunas se permite llamar “fundación” a su botín, para que todo quede en casa, en la suya. Nada como tener una mano que entiende el recibir pero muy poco el aportar  a la caja común de los otros, los que no somos regios.

En esta galería brillan los señores feudales que juegan a ensanchar el territorio. Los hay de a poquitos que mueven la valla metálica que rodea  su jardín para quitarle unos centímetros al vecino y lo hacen subrepticiamente, durante la lluvia, la nieve, las vacaciones…pero los hay megalómanos capaces de invadir el país del otro con tanques y armas químicas. Matar por la tierra que no es tuya por el ansia de ser más grande. Elevan la codicia a la excelencia asesinando niños y niñas, que solo querían jugar. La codicia debería dejar de funcionar ante estas atrocidades, pero ahí siguen los señores feudales, apretando botones para acaparar más  tierra.

Termino esta primera galería con el codicioso de la codicia porque querría atesorar  lo imposible: el tiempo que se le acaba. Ante este imponderable se centra en el ahora y el mañana no entra en sus planes. Por eso niega el cambio climático y colabora en descongelar los Polos, quemar bosques, exterminar especies, contaminar el mar; provocar hambrunas…Lo que ocurra tras su muerte no le preocupa.

Este es el más peligroso porque le dice al futuro: no sigas.