Heraclia Cataplasma y Urraca Membrillo se conocieron por
casualidad en una entrevista de trabajo y, al encontrarse en la misma fase de
la vida, sus subconscientes sellaron una amistad que no conoció despedida. Tras
la entrevista, que tristemente no condujo a que trabajaran juntas, cada una
siguió su camino sin que el lado invisible de sus voluntades dejara nunca de
gestionar su amistad.
El destino, generoso, reconoció el trabajo y la constancia
de las mentes de Heraclia y Urraca, y decidió darles una oportunidad a sus
dueñas reuniéndolas en la misma empresa. Aquel encuentro resplandeció más que
unos fuegos artificiales y las mentes de ambas, satisfechas y reconocidas,
siguieron haciendo lo de siempre: buscando sinergias y comunidades de intereses
que las mantuvieran unidas.
Aunque el día a día nos les daba demasiadas oportunidades
para hablar de sus anhelos, sus sueños navegaban hacia los mismos derroteros:
la independencia y el intercambio de favores. Ambas eran mujeres prácticas
enfocadas a la solución, usuarias de la filosofía de la eficiencia y la búsqueda del
acierto en cualquier campo.
Un día cualquiera de esos en los que las empresas se
percatan de que la edad media de la plantilla es demasiado alta, como podrían
haber percibido cualquier otro matiz que les dotara de argumento,
decidieron , como otras muchas, echar a
unos cuantos sin demasiado criterio. Esta vez les tocó a Heraclia y a Urraca y
por segunda vez en la vida volvieron a encontrarse en el mismo escenario
laboral: sentadas en la parada del autobús con una caja de cartón llena de
cosas inútiles. Como el despido había sido tan repentino ninguna tuvo tiempo de
avisar a la otra y por tener que utilizar
las dos manos para cargar la caja, tampoco pudieron hacer uso del móvil. Para ambas el encuentro
fue fortuito y motivador y después de organizar las cajas en una sola, comprar
una carrito de la compra con ruedas, se fueron a fundar su propio destino: una
agencia de contactos de ámbito global y multisectorial. Ambas se dieron cuenta
de que sus subconscientes habían estado trabajando no solo en consolidar su
amistad, sino en organizar la sensibilidad de ambas hacia las causas nobles en
torno a un mecanismo práctico: “el contacto: dime que te falta que te encuentro
a quien le sobra”
Heraclia y Urraca trabajaron en la redistribución de la
suerte durante el resto de su vida,
anudando los hilos del destino entre las personas que podían ayudarse.
Su red de contactos y sinergias superó a todas las redes sociales porque el
contacto humano que ellas aportaron las hizo únicas.