domingo, 18 de marzo de 2018

María Clara Fideo

Maria Clara Fideo tenía un afán: arreglar el mundo. A Maria Clara no le arredraba la dificultad de su empresa y hacía todo lo que estaba en su mano o en las manos de gente que ella conocía. Adoraba a la gente famosa que adoptaba niños de peores mundos que el suyo y les escribía continuamente, organizaba campañas para redistribuir la riqueza esencial, que era lo a lo que ella llamaba techo, comida, ropa y libros y sobretodo, era una manifestante profesional.
Para Maria Clara no había mejor plan de sábado por la mañana que el de irse a alguna plaza a gritar en contra de las injusticias. Le valían todas y para todas tenía pancarta. Llegaba de las primeras con su equipo de manifestación: silla plegable de mochila, cantimplora, silbato, impermeable y paraguas ad hoc con siglas pintadas con canfor. Su vida era eso, buscar soluciones a los desarreglos que la vida, injusta, había procurado a mucha gente. Llegó a acumular tanto conocimiento sobre la desigualdad que elaboró una taxonomía de la injusticia que iba desde el hambre y la guerra, hasta el ínfimo beneficio que recibía el agricultor por sus nísperos. Los nísperos eran la comida preferida de María Clara y siempre se llevaba alguno a las manifestaciones, que por supuesto compartía con sus camaradas de la pancarta.
Cuando María Clara se dio cuenta de que ella sola no podía con todo, ideó un sistema que además, le daría para vivir: montó una Agencia de viajes del Manifestante. Allí pudo ofrecer paquetes turísticos con el único fin de acudir a las manifestaciones del mundo. Como ella sabía tanto del tema, la agencia fue un éxito. María Clara ganó dinero que destinó a distribuir riqueza esencial. La agencia sigue abierta, María Clara Fideo tiene una plaza con su nombre.
Se buscan María Claras para arreglar el mundo. ©
( Foto del álbum de Maria Clara remitida por sus clientas)

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