sábado, 17 de noviembre de 2018

Porfiria

Cuando a Porfiria le pasaba que quería sentarse en el tranvía en el mismo asiento que pretendía acaparar otra dama, esta caía rendida ante la deslumbrante simpatía y exultante belleza de Porfiria, y le cedía la plaza sin dudarlo. Por este acopio de virtudes, nuestra protagonista iba sentada siempre, bien porque los caballeros le cedían el sitio o bien porque las señoras se detenían a observarla y al poco, a envidiarla. 

Porfiria había nacido tan bonita que su padre escogió el nombre de Porfiria para compensar tanta belleza. No había niña más regalada en atributos ni más ajena a los mismos. Porfiria vivía en la inopia porque su madre, lista como casi todas, había eliminado los espejos de su casa y le había creado una falsa ilusión al respecto de la imagen que se reflejaba en las lunas de los escaparates de las tiendas: "no eres tú, cariño, tú eres más fea fea que Carracuca". Su madre la había adoctrinado con esa máxima para que no se echara a perder por tantos dones superfluos. Así, la bella Porfiria creció creyéndose fea y anhelando parecerse a la belleza que veía reflejada. Nunca supo de la fortuna que la naturaleza le había concedido porque: su madre, temerosa, le había cortado unas alas que la hubiesen llevado muy lejos, sus hermanas, envidiosas, la borraban de todos los retratos y su padre, celoso,  se encargó siempre de que sus pretendientes tuvieran falta de vista para que Porfiria no conociera el secreto de la familia. 

Todo iba según lo planeado hasta que Porfiria ganó un premio: un viaje en navío a Puerto Limón en Costa Rica que le obligó a sacarse el pasaporte y con él una fotografía. El susto fue tremendo, ella no salía de su asombro: la mujer de los escaparates era ella, las feas eran sus hermanas y no ella. Porfiria lamentó su suerte y los años perdidos en su falsa fealdad, pero, como seguía siendo muy simpática: perdonó a su familia y los empleó a todos en su gabinete de "Usted también puede ser bella: por dentro o por fuera. Déjenos a nosotros que lo averiguaremos", que cerró por exceso de optimismo. En realidad solo se convirtió en millonaria con su "Manualito de belleza oculta" en donde contaba su experiencia y prometía encontrar alguna cosita buena en cada lector porque "todos guardamos algún tesorito, ¿no les parece?" y así finalizaba su obra. La atracción por una historia de injusticia y la cara guapa de Porfiria, la convirtieron en escritora. Si es que nunca se sabe dónde está el talento, cuando lo hay...

En la foto las hermanas y Porfiria, tachada por su propia madre.


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