Solamente una mujer sabia podía detectar la conexión existente entre el dedo pulgar y la nariz de la gente. Ella, que con frecuencia observaba cómo las narices aguileñas correspondían a dedos puntiagudos o cómo los dedos trompudos hacían compañía a narices redondas, reconocía en la nariz el timón de la personalidad y que, aquellas personas que osaban retocar sus apéndices nasales, perdían el rumbo. Lo que no había compartido nunca con nadie era que era posible reencontrar el sentido perdido si se apuntaba con el dedo pulgar. Por eso Manolita Franela, mujer recauchutada, adicta a la cirugía estética, encontró una nueva vida haciendo autostop.
El mundo está lleno de conexiones que esperan ser reconocidas...😁
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