Cuando me invade la nostalgia, me sale gente como Genaro:
Genaro Pastilla era vendedor de crecepelo y enderezador de juanetes. Genaro vendía expectativas y la lista de clientes era inconmensurable porque él en su discurso, invocaba a la paciencia,a la constancia y sobre todo a la ilusión, que, aunque nadie lo sabía: era el verdadero producto a la venta. La clientela se acompañaba en la espera y nacían amistades. Los vecinos del inventor se retroalimentaban de los logros de todos ellos: "¡me ha salido un pelo!" "¡me he puesto sandalias, por fín!"...gritaban victoriosos.
Cuando Genaro llegaba a su casa en invierno, abría una bolsa de suspiros de Moya, los masticaba y poniendo los labios en forma de beso, soplaba el suspiro de Moya hecho polvo para crear nieve y soñar con los Alpes.
En verano sacaba la basura a la hora de más sol y lo hacía con la toalla playera al hombro, por si alguien pensaba que él era solo un hombre de interior y de venta, no de playa y diversión.
Genaro vendía ilusiones y para sí dejaba las que solo él podía entender: la ilusión de la ilusión.
En verano sacaba la basura a la hora de más sol y lo hacía con la toalla playera al hombro, por si alguien pensaba que él era solo un hombre de interior y de venta, no de playa y diversión.
Genaro vendía ilusiones y para sí dejaba las que solo él podía entender: la ilusión de la ilusión.
Cuando murió le dedicaron una calle en Moya
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