Secundina Florianópolis tenía
todas las rendijas cubiertas y no había dolor que no tuviera previsto. Ella,
fiel seguidora de la prevención y el «por
si acaso»,
estaba convencida de que no se toparía nunca con una pena tal, que hiciera
mella en su alma. Secundina vivía tranquila porque lo de «entre
susto y susto» había pasado a la historia. Ella, en su trinchera
imaginaria, no había catado pasión alguna a sus treinta y tres años porque, fiel a su íntimo mandato, cada vez que
alguno de sus lances amorosos amenazaba delirio, ella salía huyendo. Secundina
se sentía a salvo y ajena a esa tontería de las mariposas en el estómago. Sin
embargo una cosa que sí necesitaba nuestra cobarde profesional era alguna
lisonja de cuando en cuando. Por esta razón tenía una agenda repleta de
candidatos que denominaba «El retortero sentimental». Una colección de amantes teóricos
con los que había tenido una inocua relación que le había llenado un día o dos.
Secundina seguía feliz en su balsa de cortapisas. No quería sentir para no
sufrir y para eso acortaba las relaciones para no llegar al nivel de la pasión.
No quería más para no destartalarse, para no suspirar por amor y por encima de
todo para no perder el rumbo. Toda una declaración de intenciones, que no tenía
en cuenta a la otra parte a la que, normalmente, dejaba «a punto de caramelo» (ya
que era una mujer muy guapa), que se fue al traste el día que, necesitada de
renovar su ajuar metálico, acudió a una tienda de sartenes. Allí, al sentirse
retratada, bajó la guardia, momento en el que el dependiente, Oswaldo, le declaró
su secreta pasión y ella, entre sartenes, sucumbió. Ya en casa fue llamando a
cada integrante de su «Retortero sentimental» y subsanó la histórica ausencia con
un par de revolcones por cabeza Secundina
dejó de ser el anhelo de nadie y su modelo de sartén: «aquí y ahora» les hizo
ricos a ella y a Oswaldo, al que nunca le importó compartir a Secundina porque,
sabio, supo que «la gestión del despertar de la pasión de Secundina», no podía
ser gesta para uno solo.
En la foto Secundina con su producto
en su casa. Afortunadamente para ella, no compartió sufrimiento alguno con las
mujeres de #Ceciliayotrasmujeres
quesecreyeronmuertas publicado con @librosindies en donde se tejen otras
historias de intriga y dolor aunque también y como si de una salsa agridulce se
tratara, se cuela alguna risa.
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