Claudia oyó los gritos des de su cocina y lo apuntó todo. Clara
fue a la casa del que gritaba a pedir
azúcar. Antonia le ofreció recogerle a los
niños en el colegio. Juana le invitó a un café interminable mientas tricotaba.
Claudia siguió oyendo los gritos desde su cocina y trajo a más amigas para que
los escucharan y juntas siguieron tejiendo algo grande: una le daría cobijo en
su casa del pueblo, otra entretendría al marido con cosas que le importaban y
el resto seguiría tejiendo una red inmensa para dar y recibir según hiciera
falta. Iniciaron una rutina de« corre, ve, dile y quédate en mi casa
si te hace falta » entre ellas, para alertarse y
salir del sufrimiento, que trascendió a su barrio… y así a poquitos fueron pescando
mujeres que vivían entre gritos.
Fotografía de Thuyhabich para Pixabay
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