jueves, 17 de mayo de 2018

Canalización, empaquetado y envío de emociones



Sebastiana Limón era de profesión: cualquier cosa según se terciara, en función de la necesidad reinante y sobretodo a la zaga de la casualidad. Era una poneparches flexible, que encaraba la vida con optimismo y energía. Una solucionadora de imprevistos,  fontanera, maestra, psicóloga, escribana, enceradora de suelos…Sebastiana no le hacía ascos a nada y, como la conocía todo el pueblo y sabían de su habilidad “metamórfica”, recurrían a ella como a la autoridad en casi todos los planos dela vida.

Ella era de todos y para todos, lo mismo cosía el bajo de una falda a una novia en el altar, que ayudaba en la cosecha del azafrán.
El pueblo, en agradecimiento, había designado el día de Sebastiana para agasajarla y ella agradecida, empeñaba el día en hacer una fabada para todo el que tuviera hambre. Lo del dar no lo podía parar y tal era su afán que cuando le pudieron los años, inspirada en los tiempos modernos de la distribución, creó Amaton, para la  canalización, empaquetado y envío de emociones.

 Sebastiana favoreció la redistribución de la renta emocional a través de su red de cariño. Con Amaton, se dedicó a repartir afecto por todas partes. El catálogo de productos iba desde abrazos, poemas, cartas de amor, cariño embotellado, caricias, sonrisas, y el más popular:  horas de escucha. El negocio tenía una plantilla de voluntarios que entregaba los encargos y una clientela que nunca dejaba de crecer. Amaton fue invitada a cotizar en Bolsa, pero a Sebastiana le pareció que iría en contra de su espíritu.  Algún partido político quiso sacar tajada e incluso más de un Gobierno quiso adquirirla, pero nunca estuvo en venta y  Sebastiana se mantuvo ajena a la ineficiencia que hubiera supuesto "meter a esa gente en el ajo".
Actualmente Amaton ya no recibe encargos porque la intuición es lo que mueve la empresa; es tal la necesidad que los voluntarios trabajan a destajo y de forma espontánea. Son crupieres de amor para el desapego y la soledad.
 Sebastiana ya cría malvas, pero su día sigue celebrándose en su pueblo.

Las fotos son de Sebastiana al principio y al final de su generosa vida ©




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