no hubiera tanta gente con problemas. Pero la casualidad hizo que en su huida entre ola y ola se topase con el batallón de bañistas que competían en dar la vuelta a la isla y que, al verle, le confundieran con una boya en la que todos quisieran agarrarse. Una vez más la necesidad de los otros le hizo prescindir de lo suyo y se dejó hundir. Casimiro debió haberse escuchado a sí mismo…
Último retrato de Casimiro previo al flemón
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