Cuentan que durante el encierro Astolfo y su
hijo, en la buhardilla en la que vivían, subsistieron a base del alpiste que
los vecinos echaban a las palomas desde las ventanas. Lo hacían dejando caer
una sábana de madrugada que luego recogían con el alpiste que había quedado
dentro. Cuando el miedo empezó a amainar dejaron su ventanuco abierto más
tiempo del acostumbrado y las palomas, avispadas, entraron a buscar el alpiste
que les habían robado. Como lo hicieron en tropel y sin orden ni concierto a
arramblar con cualquier cosa, acabaron picoteando al padre y al hijo en 24
horas de cruzada aviar.
Era alpiste lo que había en el interior.