miércoles, 6 de septiembre de 2017

Celedonio Níspero

Celedonio Níspero despertó con la necesidad de hacer de su día, un día especial. Lo empezó descendiendo de su cama de dosel por los pies, desayunando ensaladilla rusa y duchándose vestido. En vez de la barba, se afeitó las axilas y en vez de camisa se puso un peto tirolés y unas sandalias cangrejeras. De esta guisa se presentó al mundo que no pareció percibir su presencia. Se paseó por la calle principal de su pequeña ciudad sin llamar la atención y es que había varias personas que también habían recurrido al esperpento esa mañana. La situación le decepcionó un poco así que la descartó y se procuró otra: se presentaría en la playa como salvavidas voluntario por si algún salvamento le otorgaba la fama soñada. Tampoco le sirvió; el mar se había convertido en un plato desde hacía décadas y no se ahogaban ni los de tierra adentro. Él quería que su día fuera especial y como el atuendo no parecía ayudar, recurrió a la acción y se paseó en monociclo en calzoncillos; pero solo provocó lástima. Trabajó como limpiabotas por si su simpatía le dispensaba el reconocimiento de sus clientes, pero estos se centraban en sus zapatos y no en la sonrisa ni en la plática de Celedonio. Cansado de tanta intentona, se recostó en un banco de piedra, de esos con volutas a modo de reposa brazos. Su sueño era ser rey por un día, salir en el periódico y que la gente mencionara su nombre “Celedonio” y pensó en cantar. Sí, eso haría, cogería su acordeón al que acompañaría con su voz en el parque. Pero nadie, ni los viandantes de aquel lugar ajardinado, se acercaron a escucharle. Cambió de táctica, se vistió con un cuello cervantino y declamó unos versos de su cosecha que había coleccionado toda su vida, sobre un cajón de tomates de bola. Aquello pareció interesar a unos pocos  y luego a más vecinos, llegó la prensa y la televisión. Pero, ¿qué había recitado Celedonio para captar por fin la atención de sus conciudadanos? Simplemente les había narrado historias, compuestas en los momentos de felicidad máxima que lo habían sido para él y para la gente de su isla. Se convirtió en el pregonero de las buenas noticias y del orgullo de su tierra. Aquello sí que le convirtió en un ser especial. La colección de buenas noticias que atesoraba en una caja de madera de tea de su abuelo, le dio trabajo y notoriedad para el resto de su vida.©


2 comentarios:

  1. Muy bonito esther. Excelente personaje. Un abrazo de Josemanuel tu vecino.

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