sábado, 25 de abril de 2020

Historias desde el encierro (V)

Ludmila Balmón estaba convencida de que la vida tenía dos fines: ser buena y tejer una colcha que llegara a Siberia. Para lo segundo la cuarentena le venía de perlas pero ¿y para lo primero? ¿Cómo seguiría siendo buena encerradita en su buhardilla? Y mientras pensaba, seguía tejiendo y seguía hasta que la manta siberiana inundó su sala, el dormitorio, el baño y se salió por uno de los ventanucos cubriendo las macetas, luego el piso de abajo y así hasta que llegó a la calle “de pura gravedad”. Los vecinos sorprendidos e inicialmente enfadados notaron un cierto calorcito que llevaban tiempo sin sentir porque, con tanto despido, habían tenido que reducir gastos comunes como la calefacción. Así que, en lugar de quejarse, le hicieron un mural de agradecimiento. Ludmila se sintió feliz porque sin cambiar mucho su programa vital, había calentado a un barrio



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