jueves, 16 de abril de 2020

Historias desde el encierro (II)

Romualda Sabonete siempre había querido meterse a monja de clausura pero sus padres anticlericales y leninistas, se lo impidieron siempre con todo tipo de trampas chantajes y zanahorias. Para Romu, «la monja ficticia», la felicidad habría sido vivir apartada del mundo, meditando (la fe no la consideraba imprescindible), cultivando un huerto y leyendo códices antiguos que sospechaba se guardaban en los conventos; pero no cumplió su sueño y se dedicó a la venta de enciclopedias domicilio hasta que la llegada del coronavirus la confinó, como a todo el mundo. Para no aburrirse e inspirada por la vida monacal hizo una compra grandiosa de azúcar, harina y levadura; construyó un gallinero con perchas, pidió gallinas por Amazon y se entretuvo haciendo dulces al estilo conventual. En su plan de negocio no había entrado la distribución así que cuando tuvo la casa llena de dulzura, no supo qué hacer con ella y se la comió. El efecto fue paulatino, un besito al viento, otro a una foto del Dúo Dinámico, un achuchón a las gallinas… y así hasta que se abalanzó hacia la ventana y lanzó tal escalada de besos azucarados que la gente salió a la calle como moscas deseosa de ser besada y dar besos. Desde el día del gran besuqueo hay carteles de Romualda con la leyenda “SE BUSCA” por toda la ciudad. En las fotos sus gallinas atónitas.



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