jueves, 16 de abril de 2020

Historias desde el encierro (I)

Magdalena Tomillo era .una mujer con la estética de otro tiempo. Su boca era de piñón su tez demasiado clara y su cadera generosa Nadie reparaba en ella y si alguien lo hacía siempre era del mismo sector: el de los nonagenarios nostálgicos de las beldades de postal en blanco y negro. La presencia de Magdalena no llamaba la atención así que un día decidió desaparecer para ver si así alguien preguntaba por ella. De hecho la idea no era suya sino que provenía del diario de la tía bisabuela Emilia que tenía la costumbre de acogerse a periodos de encierro para reaparecer con la belleza de la que, según ella, dotaba la ausencia. Magdalena se encerró el primero de febrero de 2020 con la nevera llena y su bicicleta estática. Se cuidó y perseveró en la incomunicación para más tarde aparecer triunfante y así lo hizo: el nosecuantos de nosequémes se plantó en el portal de su casa para que la viera todo el mundo, pero no vio a nadie. Tampoco había gente en la plaza, ni en la zapatería de sus tíos…Magdalena se había recluido para nada porque todos habían hecho lo mismo. Desesperada volvió a su escondite creyendo que la sabiduría de la tía Emilia era la causa de aquel vacío. Allí lloró porque no tendría público en su reaparición y porque siempre estaría sola. Pero afortunadamente el tiempo hizo su trabajo y un día oyó un vocerío que la animó a abrir las ventanas, las calles estaban llenas otra vez… La foto no es de Magdalena (que no quiso salir porque está llena de canas) sino de su prima Felicísima que hace
honor a su nombre y es feliz hasta bajo llave.

No hay comentarios:

Publicar un comentario