lunes, 21 de agosto de 2017

Pascuala Puchero, mujer sin tetera

Pascuala Puchero adoraba la acumulación a discreción y coleccionaba de todo. Se llevaba a casa las cucharillas del café, las revistas de la peluquería y el dentista, las coronas de flores de los entierros y las cartas ajenas de los buzones maltrechos del vecindario. Para ella todo tenía valor. Su casa era una biblioteca, una zapatería, un huerto y una farmacia. Dormía con su galería de ositos de peluche y se despertaba con docenas de relojes de cuco. Pascuala tenía una vida llena, tan llena que casi no cabía en ella. Un día no pudo abrir la puerta para salir de su casa y se quedó dentro. Las estanterías repletas  habían  convertido aquel pisito en un búnker y, aunque gritó desesperada el sonido se ahogó entre tanto artefacto. Como su ansia "almacenadora" no le dejaba tiempo para hacer amigos; nadie la echó en falta salvo Lutecio, el basurero que adoraba sus bolsitas de basura del tamaño de un calcetín porque ella no tiraba casi nada. Lutecio tuvo un presentimiento y acudió a su casa donde forzó la cerradura cuando ella no salió a su encuentro. Allí se topó con un mercadillo, una subasta, una mercería y en el medio, haciendo equilibrio sobre un solo pie, a la dueña del arsenal. En aquel preciso instante el amor se hizo sitio en aquel mundo de coleccionable y Pascuala y Lutecio se unieron apasionadamente. Lo que no sospechó Lutecio es que él encabezaría la siguiente colección de su amada. ©

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