martes, 29 de agosto de 2017

Ursuela y Cueta

Ursuela y Cueta lo tenían todo bien organizado en la vida. Eran dos hermanas devotas de su soltería y su orden de biblioteca. Vestían de negro, iban dos veces al día a la iglesia y se repartían a los pobres a los que clasificaban según el tipo de auxilio a prestar. Todo lo hacían con orden y buen juicio. Dos señoras útiles en una ciudad en la que la última palabra respecto al cotilleo, la tenían ellas. Eran el trono de sabiduría en lo que respecta al conocimiento sobre la vecindad. Ellas mismas habían fundado el “Observatorio del chisme cotidiano” y eran muy requeridas para subsanar entuertos, acertar con los regalos y destrozar reputaciones. Todas las novedades llamaban a su puerta: quienes arribaban al puerto, quienes se ennoviaban, las ruinas, los fallecimientos, las desgracias y las despedidas. Toda la ciudad le tenía el respeto que todo buen observatorio merecía. Sin embargo, de tanto de vivir en la noticia ajena, comenzaron a olvidarse de ellas mismas hasta el punto que dejaron de vestir de negro y empezaron a salir y a hacer cosas que no habían experimentado antes como bailar, divertirse y reírse a carcajadas. Olvidaron su propio domicilio, cambiaron sus nombres a Fiesta y Perdición y se fueron a vivir bajo una sombrilla en la playa en donde tampoco habían estado nunca. Desde allí se les abrió el horizonte de un nuevo negocio “Descalabre su vida y sea feliz” y lo fueron, fueron muy felices. ©


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