domingo, 22 de abril de 2018

Una lata de fabada

#Unalatadefabada

Ayer iba de recados cuando me crucé con un señor mayor que pedía en la calle y pensé de todo: que si era de una mafia que lo habían dejado allí para sacarle dinero a la gente, que si yo no tenía dinero suelto, que mejor la caña de pescar que el pescado, que debería buscar asistencia social…en fin me justifiqué de muchas formas para no soltar ni prenda; creo que ni siquiera le miré a los ojos. Al doblar la esquina vi una cafetería que acababa de abrir y con la excusa del frío entré a tomar un café. Sentada en la barra fui testigo de lo siguiente: una mujer con bolsas de la compra, de mi quinta y mis posibles, pidió al camarero si le podía calentar una fabada, que en ese momento vaciaba en un recipiente (de desconocida procedencia, como en un comic de Fernando Llor; alguien parecía haberlo pintado para la ocasión…), para darle algo caliente a un señor que estaba sentado en la calle, a escasos metros. El dueño del bar no rechazó el pedido, no era su primera vez. Interpelé a la mujer para cerciorarme de que, sin solucionar el problema del hambre en el mundo de una tacada, alguien había empezado a borrar el egoísmo. Hay que ver cómo una lata de fabada puede tener un doble cometido: le puede quitar el hambre a un señor y a mí, algunas ideas. Algo así como que el señor comió y que yo dejé de comer omisiones.
Está claro que a veces no es el “cuánto” sino el “algo”.©

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